Por eso, no hay que tener por increíble que a un alma ya toda transformada en Dios y hallada fiel en el amor deje de cumplirse en esta fiel alma en esta vida lo que el Hijo de Dios prometió, conviene a saber: que si alguno le amase, vendría la Santísima Trinidad en él y moraría de asiento en él (Jn 14,23), lo cual es ilustrándole el entendimiento divinamente con la sabiduría del Hijo, deleitándole la voluntad en el Espíritu Santo y absorbiéndola el Padre poderosa y fuertemente en el abrazo abisal de su dulzura. (n. 15).