Las altas comunicaciones místicas, como
las que experimentó santa Teresa de Jesús, y con cuánto sabor espiritual, como
ella cuenta, se experimentan en el más profundo y amoroso silencio. Escribe
santa Teresa: “Pasa con tanta quietud y
tan sin ruido todo lo que el Señor aprovecha aquí al alma y la enseña, que me
parece que es como en la edificación del templo de Salomón adonde no se había
de oír ningún ruido (1Rey 6,1), así es en este templo de Dios, en esta morada
suya, solo él y el alma se gozan con grandísimo silencio” (7M 3,11). Con
grandísimo silencio se gozan san José y el Espíritu Santo en la comunicación y enseñanza
de esta ciencia de amor que este le va enseñando día tras día.
San Juan de la Cruz afirma a su vez: “porque lo que Dios obra en este tiempo no
lo alcanza el sentido, porque es en silencio, que como dice el sabio, las
palabras de la sabiduría oyense en silencio” (Eclo 9,17) (Llama,
3.67).
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