A poco de nacer el Niño, Herodes le busca
para matarlo. El Señor avisa a San José en sueños para que lo salve huyendo a
Egipto. Sin pérdida de tiempo, lo prepara todo, toma a la madre y al niño y se
pone en camino a una nación extranjera, “sin
otra luz ni guía sino la que en su corazón ardía”, confiándolo todo
gozosamente a la providencia de Dios Padre. Él proveerá. Y Dios proveyó. Pues
todo salió a pedir de boca, tanto a la ida como en la estancia larga en
Egipto. No hay nada mejor que escuchar y acoger la palabra de Dios, prestarle
el obsequio de la fe pura y entera que, como dice San Juan de la Cruz, “enamora al mismo Dios” (CE 31,3).
Después de un tiempo largo de estancia en
Egipto el Señor le avisa por medio del ángel que puede volver a la tierra de
Israel y la Sagrada Familia vuelve gozosa y alegre porque vuelve a su tierra y
a su pueblo. La alegría de establecerse de nuevo en Belén se vio turbada al enterarse
que, en Judea, donde se asienta Belén, reina Arquelao, hijo de Herodes y
tan cruel como su padre, y advertido por el ángel se dirige a Nazaret, en la
región de Galilea, donde se establece y monta su taller de carpintería. Se hizo
vecino de Nazaret, donde había vivido anteriormente al nacimiento de Jesús y de
donde partió para empadronarse en Belén (Lc 2,39) para que allí naciese Jesús.
Cuando sus padres encuentran a su
hijo Jesús en el templo en medio de los doctores y la madre le dice: “¿Por qué has hecho así cono nosotros? Mira
que tu padre y yo angustiadísimos te buscábamos”, y él les responde: “¿No sabíais que tengo que estar en las
cosas de mi Padre?” Ellos no comprendieron nada, pero acogieron la palabra
del Hijo y la guardaron en su corazón. José y María meditaban en su
corazón no solo las palabras que comprendían sino también las que no
entendían. “Lámpara es tu palabra para
mis pasos”. Y el no entenderlo, dice
santa Teresa con relación a unas palabras del Cantar de los Cantares, es para
ella un gran regalo, porque las cosas de Dios que no se entienden le hacen
tener más respeto a su Dios que las que entiende fácilmente. (Santa Teresa).
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