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SAN JOSÉ ESCUCHADOR DE LA PALABRA DE DIOS (4 de 6)



Y el modelo para escuchar la Palabra de Dios, después de su esposa María, es San José. No sería imprudente ni ligero pensar que Jesús, cuando dice que “más bien bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la viven”, tenía en mente a su Madre María y a su padre san José. Realmente San José es un modelo de escuchar la Palabra de Dios. San José, sin duda, ha leído y meditado la escena del pequeño Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1Sam 3,11) y la hizo lema de su vida. San José es un hombre escuchador de la Palabra de Dios en silencio. La escucha y la acoge, porque en la terminología bíblica escuchar significa y entraña acoger, obedecer, hacer suya en la vida y como principio y norma de su conducta la Palabra de Dios. (Rom 5,19): “Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero” (Sal 118,105).

 San José está siempre en actitud de escucha. Vive su vida al hilo de la palabra de Dios, de la llamada del Señor. El emperador romano promulga un edicto en el que manda que todo varón judío tiene que empadronarse en su ciudad de origen. San José se adelanta a lo que dirá más tarde San Pablo: “Someteos en todo a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no venga de Dios” (Rom 13,1), y obedece la orden del emperador porque ve en ella la llamada de Dios, y con su esposa María se pone en camino hacia Belén, la casa del pan, donde ha heredado y detenta algunas posesiones. San José escucha en la orden del emperador romano la palabra de Dios.

Veámosle una vez más en la prueba de la noche oscura cuando vio a su esposa esperando un hijo sin saber de dónde venía. Su actitud en esta prueba es la que dice el salmo: “Si el afligido me pide yo lo escucho”. Afligidísimo, pone toda su confianza en Dios. Y en su angustia le repite: Habla Señor, que tu siervo escucha y el Señor que no se hace esperar lo escuchó y le libró de sus angustias: El Señor le manda a su ángel que le dice en sueños: “José, hijo de David, no temas tomar a María tu esposa en tu casa porque lo que hay en ella es del Espíritu Santo” (Mt 1,20). Y José, al instante, acogió a María con el fruto que llevaba en su vientre. Se hizo gozosamente cargo de ellos, y desde ese momento su misión es servir a la madre y al niño que nacerá de ella. Consagra totalmente su vida a esta misión salvadora porque así se lo ha dicho el Señor.  
P. Román Llamas ocd

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