
Por
eso, no hay que tener por increíble que a un alma ya toda transformada en Dios
y hallada fiel en el amor deje de cumplirse en esta fiel alma en esta vida lo
que el Hijo de Dios prometió, conviene a saber: que si alguno le amase,
vendría la Santísima Trinidad en él y moraría de asiento en él (Jn
14,23), lo cual es ilustrándole el entendimiento divinamente con la
sabiduría del Hijo, deleitándole la voluntad en el Espíritu Santo y
absorbiéndola el Padre poderosa y fuertemente en el abrazo abisal de su dulzura.
(n. 15).
Y lo
que la operación del Espíritu Santo hace en esta alma es mucho
más que lo que en la comunicación y transformación de amor pasa; porque lo
uno es como ascua encendida y lo otro como ascua en que tanto se afervora el
fuego que no solamente está encendida, sino echando llama viva
(n. 16).
Por
lo tanto, sintiendo el alma que esta viva llama del amor, vivamente le está
comunicando todos los bienes, porque este divino amor todo lo trae consigo,
dice: ¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres!
P.
Román Llamas, ocd
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