Que la Virgen María fue agraciada con este alto estado san Juan de la Cruz lo dice explícitamente; “Tales eran (las obras y ruego) de la gloriosísima Virgen Nuestra Señora, la cual, estando desde el principio levantada a ese alto estado, nunca tuvo en su alma impresa forma de alguna criatura, ni por ella se movió, sino siempre su moción fue por el Espíritu Santo” (3Sub 2,10).
De san José la deducimos de la regla que
establece el Papa León XIII que Dios dio por esposo a la Virgen María a san
José no solo para que guardase su virginidad y honestidad sino también para que
participase de su Excelsa grandeza (Quamquam pluries, n. 3.) Palabras
que cita el Papa san Juan Pablo II en su Carta Apostólica Redemptoris Custos,
n. 20.
Todas las maravillas que cuenta san Juan
de la Cruz de la unión por amor en el matrimonio espiritual, y son tantas, hay
que verlas particularmente en María y José, pues de todas gozaron y
disfrutaron no una sino muchas veces, María durante toda su vida y san José por
participación de la excelsa grandeza de María.
Y el matrimonio espiritual que es
transformación de alma en Dios, se realiza cuando el alma ha dejado todo lo
que no es Dios por Él y le ha entregado totalmente su voluntad a Dios, de
modo que vienen a ser las dos voluntades, la del alma y la de Dios una sola
voluntad, la voluntad de Dios plenamente recibida y vivida por el alma.
Lo que afirma en esta canción es como la síntesis de lo que explana en las canciones 26-30, pues viniendo a la canción 27, lo que en ella nos enseña es como una aplicación de lo que nos ha dicho en la canción 22, y así “comunicase Dios en esta interior unión al alma con tantas veras de amor, que no hay afición de madre que con tanta ternura acaricie a su hijo, ni amor de hermano ni amistad de amigo que se le compare, porque aún llega a tanto la ternura y verdad de amor con que el inmenso Padre regala y engrandece a esta humilde y amorosa alma, ¡Oh cosa maravillosa y digna de todo pavor y admiración! Que se sujeta a ella verdaderamente para la engrandecer como si él fuese su siervo y ella fuese su señor. Y es tan solícito en la regalar, como si él fuese su esclavo y ella su Dios ¡Tan profunda es la humildad y dulzura de Dios! Porque él en esta comunicación de amor en alguna manera ejercita aquel servicio que dice él en el Evangelio que hará a sus escogidos en el cielo, es a saber, que, ciñéndose, pasando de uno a otro, los servirá (Lc 12,37). Y así aquí está empleado en regalar y acariciar al alma, como la madre en servir y regalar a su niño, criándole a sus mismos pechos. En lo cual conoce el alma la verdad del dicho de Isaías, que dice: A los pechos de Dios seréis llevados y sobre sus rodillas seréis regalados (CE 27,1).
Continuará...
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