San José es
un prodigio de santidad. Fue santificado en el vientre de su madre y con la
santidad Dios le elevó al alto estado del Matrimonio espiritual, como había
elevado a la Virgen María, su Esposa, desde el instante mismo de su concepción
inmaculada. Como dice de ella san Juan de la Cruz: “Tales eran las obras de la
gloriosísima Virgen nuestra Señora, la cual estando desde el principio
levantada a este alto estado, nunca tuvo en su alma impresa forma de alguna
criatura ni por ella se movió, sino siempre su moción fue por el Espíritu
Santo” (3Sub, 2,19).
Y con la
elevación al alto estado de matrimonio espiritual, el más alto estado a que se
puede llegar en esta vida, la confirmación en gracia que va pareja con este
alto estado, como dice san Juan de la Cruz (CE, 22,3). Lo que significa que
está el alma llena de la gracia de Dios Padre y totalmente ajena a todo pecado
voluntario y perfecta en todas las virtudes, que esto significa el siendo justo
del Evangelio, como comentan los santos Padres, como san Juan Crisóstomo.
Lo más
destacado que vemos en san José es el sometimiento en todo a la voluntad del
Padre del cielo y lo hace porque el Espíritu Santo ha derramado abismos de amor
en su corazón como lo ha derramado en el corazón de su Esposa María. Cuando el
embarazo de su esposa la Virgen María, sin él saber nada, el ángel del Señor le
dice: José hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, en tu casa
porque lo que hay en ella es del Espíritu Santo y José la tomó en su casa
(Mt1,20); cuando peligra la vida de su Hijo de pocos días ante la actitud de
Herodes, el homicida, el ángel del Señor le manda que huya a Egipto con su
mujer y su hijo y preparado todo salen para el destierro en la mima anoche;
cuando ha muerto Herodes el ángel del Señor también en sueños le manda que
vuelva a la tierra de Israel. Se ponen en camino y por aviso del ángel se
establece en Nazaret de Galilea. Y así se comporta en toda su vida san José.
Esa actitud
de obediencia es expresión de su amor a su Dios Padre. Un escritor ha escrito
que la obediencia es la flor más exquisita de la caridad. Por eso dice santa
Teresa, devotísima de la obediencia, en la obediencia entiendo estar el irse
adelantando en la virtud (caridad), en ir cobrando la de la humildad y en esto
está la seguridad de no errar en el camino del cielo y la quietud tan preciada
por los que solo quieren contentar a Dios (F Prol. 1).
Y el amor a
Dios Padre consiste, dice la Santa, en la determinación de la voluntad de hacer
siempre y en todo su voluntad. Y esta es la santidad, que se mide por la cantidad
y calidad de amor que tiene el alma a Dios Padre y a los prójimos (Cfr. 5M
3,3.5.6.7.8)
El amor a
Dios Padre es amar con el mismo amor a Jesucristo, a la Virgen María, su
santísima Esposa y los ama con abismos de amor que hay en su corazón de Padre.
San José es un modelo perfecto y sencillo a la vez de ese amor.
Y amar a
Dios Padre y a Jesucristo es amar a todos los hombres, también a los enemigos,
porque todos los hombres son hermanos de Jesús: Lo que hayáis hecho a
cualquiera de mis pequeños hermanos a mí mismo me lo habéis hecho. Y si san
José es padre de Jesús es padre de todos los hermanos de Jesús. Padre de la
Iglesia como la Virgen María es su Madre. Y los ama con abismos de amor que el
Espíritu Santo ha derramado en su corazón, porque san José en todo es guiado
por el mismo Espíritu, porque a las personas que Dios ha elevado al alto estado
del matrimonio espiritual, no obran ellas, sino que quien dirige, anima y hace
todas las obras es el Espíritu Santo (Llam, 1ª,4).
Saberse
amados de san José es una fuente de alegría, de generosidad, de fidelidad y de
correspondencia en el amor, una gozada.
Qué
manifestación de amor auténtico y tierno de san José cuando retorna a Jerusalén
junto con su esposa María para buscar al niño perdido y al encontrarle a los
tres días en medio de los doctores de la Ley en el templo, escuchándoles y
preguntándoles con una sabiduría sapiencial que maravillaba a los que lo oían.
El amor siempre está pronto, despierto y abierto.
Y con la
caridad, la humildad. De estas dos virtudes dice santa Teresa que están tan
unidas que no se pueden separar. Si la caridad es el summum de la santidad, la
humildad es su fundamento. Edificar el edificio de la santidad sin humildad es
edificar en la arena y es una falsa edificación, porque humildad es andar en la
verdad, sin humildad es andar en la mentira.
La humildad es la que puede ganarnos el
corazón de Dios: el que se humilla será exaltado. La Virgen María con su
humildad profundísima le atrajo en su seno y como ella, nosotros lo traeremos
de un cabello a nuestras almas, y quien más tuviere de humildad lo traerá más y
la que menos, menos, porque no puedo yo entender cómo puede haber humildad sin
amor ni amor sin humildad (C 16,2). Que, por eso, caridad y humildad crecen al
unísono. Está el alma mucho más aprovechada en esta oración de unión, que es
amor porque la oración consiste en amar, y la humildad más crecida (V 19,2).
Son como dos hermanas siamesas.
Escribe san
Agustín: La humildad es el amor de Dos hasta el desprecio de uno mismo.
Humildad es andar en la verdad, y la verdad es Jesús, que es Amor. Y Jesús dijo
a Pilatos: Yo soy Rey y para esto he nacido y para esto he venido al mundo,
para dar testimonio de la verdad (Jn 18,37), Y ¿cómo da testimonio de la
verdad? Humillándose hasta la muerte y una muerte de cruz; la muerte en la cruz
es la suprema manifestación del amor: No hay mayor amor que dar la vida por los
amigos (Jn 15,13). Es lo que ha hecho Cristo, Resulta, entonces, que la
humildad que es andar en la verdad es la suprema manifestación del amor.
Humildad y amor siempre van unidos, y por eso la suprema manifestación de la
humildad es la suprema manifestación del amor. La humillación de la Crucifixión
convierte a Cristo en el Crucificado por amor
San José es
humildísimo. Y al que le ama de verdad y con sinceridad derrama en su corazón
abismos de amor y abismos de humildad. El edificio espiritual de san José que
todo va fundado en humidad y cuya perfección consiste en la caridad, cuanto más
crece el amor, más crece y se hace grande la humildad (V 14,4). San José
humildísimo, por eso anda en la verdad, anda en Jesucristo que es la Verdad,
¿Sabes qué es andar en la vedad?, le preguntó un día a santa Teresa el Señor. Y
le dio la respuesta: Es entender que todo es mentira lo que lo que no es
agradable a mí (V 40,). Ya Dios le agradamos y complacemos cuando hacemos su
voluntad, cuando andamos al hilo de su voluntad en todo, como hizo Cristo Jesús
que dice: En mi camino yo siempre hago lo que agrada mi Padre (Jn 8,29)
P. Román
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