San
José está todo absorto en Dios en lo más profundo de su ser y en lo exterior
del mismo. Vivía en Dios y realmente su vida se mueve en el misterio sublime de
Jesús y de María y veía en ellos en ocasione, obras admirables, divinas y les
oía palabras también divinas que le dejaban maravillado y las guardaba en su
corazón meditándolas en silencio. ¿No las oyó con María, cuando los pastores
decían cosas admirables del Niño recién nacido de María y los dos estaban
maravillados de lo que oían? ¿No, las oyó también con María, en la Presentación
del Niño Jesús en el templo del anciano y temeroso Simeón, de Ana la profetisa
y quedaban pasmados? ¿Y cuando le encontraron el templo en medio de los
Doctores?
José
vive en una admiración constante, en un silencio profundo y gozoso en lo más
profundo de su corazón: José calla y hace. A las mismas palabras de Dios en
sueños no responde con palabras sino con hechos que nacen maravillosos de su
silencio íntimo precisamente.
San
José es el hombre del silencio en un doble sentido, porque durante siglos fue
silenciado, no del todo, en la vida de la Iglesia, y porque de él no se conserva
ninguna sentencia, ni una palabra que saliera de su corazón y su boca, bueno
hay una que ciertamente pronunciaron sus labios, una palabra que sola vale por
todas juntas, ante la que no pudo no sentir una satisfacción y una alegría
extraordinarias y mucho gusto y sabor: Jesús. Fue cuando le impuso el nombre de
Jesús, que le había mandado el ángel, en el momento de circuncidarle a los ocho
días de haber nacido.
Por
lo demás su vida se desarrolla en un silencio profundo, contemplativo. Que
hablaba con Jesús y María, qué duda cabe, pero lo principal en él es, que
viviendo entre ellos, vive en una contemplación amorosa y profunda, en un silencio
íntimo y elocuente. “San José estaba en contacto cotidiano con el misterio
´escondido de los siglos` que puso su morada bajo el techo de su casa” (RC 25),
y ante este misterio de amor el mejor lenguaje es el del silencio
contemplativo.
P.
Román Llamas, ocd
Próximas publicaciones
·
Silencio (4 de 4)
·
Conclusión
Comentarios
Publicar un comentario