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Lleno de gracia. (2 de2)

         Dios llenó a san José con su gracia en el seno de su madre y cuando nació, nació con esa llenez de gracia que se va a ir desarrollando siempre en plenitud de la misma. Para mí que san José no cometió ningún pecado ni imperfección voluntariamente. Su voluntad estuvo siempre unida a la voluntad del Padre del cielo, como estuvo la de su esposa María y su actitud fue como la de ella: Hágase en  mí según tu palabra, según tu voluntad.

         Pero lo que se dice amar, amaba a Dios con toda su alma y fuerzas. Podemos aplicarle estas palabras de san Juan de la Cruz, que, hablando de cómo el alma amante no puede estar satisfecha si no siente que ama cuanto es amada, comenta que en el estado matrimonial a que en esta vida el alma, no solo te da Dios su amor, “sino que allí le mostrará cómo le ha de amar ella con la perfección que pretende. Por tanto si allí le da su amor, en el mismo le muestra a amarle como de él es amada. Porque además de enseñar Dios allí a amar al alma pura y libremente sin intereses, como él nos ama, le hace amar con la fuerza que él la ama, transformándola en su amor, como habemos dicho, en lo cual le da la misma fuerza con que puede amarle, que es como ponerle el instrumento en las manos y decirle como lo ha de hacer, haciéndolo juntamente con ella, lo cual es mostrarle a amar y darle la habilidad para ello” (CE 38,4).

P. Román Llamas, ocd

 

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  • Animada en su acción por la caridad y el espíritu de servicio.
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