El
alma que está en estado de transformación de amor dice san Juan de la Cruz: “no
puede hacer actos sino que el Espíritu Santo los hace y la mueve a ellos, y por
eso todos los actos de ella son divinos, pues es hecha y movida por Dios” (Ll
1,4). Todos los actos de la Virgen María al servicio de san José y el Niño o Joven
Jesús, como el moler el grano cada día para hacer el pan, que era oficio propio
de la mujer, la preparación de la comida, son actos divinos y todos los actos y
quehaceres de José en la carpintería y en la comunicación con María y Jesús son
también divinos.
Y
esta moción del Espíritu Santo se extiende también a los trabajos y
dificultades que pasan, porque no están libres de ellas, como no lo estuvo el
mismo Jesús de las tentaciones. Como dice san Juan de la Cruz: “pero algunas
almas más generosas se les suele poner otras fieras más interiores y espirituales,
dificultades y tentaciones, tribulaciones y trabajos de muchas maneras por las
que conviene pasar, cuales las envía Dios a los que quiere levantar a alta
perfección, probándolos y examinándolos, como el oro en el fuego, según aquello
de David que dice: Las tribulaciones de los justos son muchas, de todas ellas
los librará el Señor (Sal 33,20). Pero el alma bien enamorada, que estima a su
Amado más que a todas las cosas, confiada del amor y favor de él, no tiene en
mucho decir: No temeré las fieras (Ll 3,8).
P.
Román Llamas, ocd
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