La
Virgen María es la Madre de Jesús por obra y gracia del Espíritu Santo. Y por
Madre de Jesús es Madre de la Iglesia que es el Cuerpo místico de Jesús (cfr
1Cor 12, 12.27). Así lo reconoció el mismo Jesús, cuando desde la cruz dice a
su Madre, refiriéndose al discípulo Juan a quien amaba, que estaba a su lado Ahí
tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde
aquella hora el discípulo la acogió en su casa (Jn 19,26-27). Juan es símbolo
de toda la Iglesia, de todo el pueblo de Dios. Inmensa grandeza y privilegio de
María.
Y
este privilegio se lo comunica a san José por su matrimonio con él. Por este
matrimonio san José se convierte en padre de Jesús. Así lo reconoce el mismo
Espíritu Santo, cuando el ángel le dice de su parte: No temas tomar a María, tu
mujer, en tu casa, porque lo que hay en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por
nombre Jesús (Mt 2,20-21). Poner el nombre a un hijo era propio del padre.
Al decirle que pondrá al hijo nacido de María, su mujer, el nombre de Jesús, le
reconoce padre de Jesús. Y si san José es padre de Jesús, es padre de la
Iglesia, como María y con María. ¿Por qué no se explotará con más intensidad y
continuidad esta verdad de nuestra filiación sobrenatural de san José que
tantos bienes reportaría a la misma Iglesia? Que bien lo entendió Santa Teresa
de Jesús que se siente tan hija de san José que tantas veces le llama Padre: Este padre y Señor (V 6,5), verdadero padre y
señor (V 13,11), mi glorioso padre y señor san José (F prol. 5), glorioso padre
mío san José (V 30,7), San José mi verdadero padre y señor (V 33,12), mi padre
glorioso san José (V 36,6), mi padre san José (V 33,14; 36,11), el glorioso
padre nuestro san José (V 36,5)
P.
Román Llamas, ocd
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