Escuchar con amor a los demás es una
hermosa obra de misericordia. Zenón de Elea dijo hace dos milenios que “tenemos
dos oídos y una sola boca, porque el oír es el doble de necesario y dos
veces más difícil que hablar”. Debemos reflexionar sobre esta frase y
actuar según ella. En el libro del Eclesiástico leemos: “Sé pronto para oír y lento para dar respuestas” (Ecli 5,11).
Escuchar es la esencia religiosa del
verdadero judío. Por eso, entre las oraciones del monoteísmo judío destaca
la oración del Shema, “Escucha Israel” que todo judío
estaba obligado a recitar cada mañana y cada noche de cada día. En la Biblia
hay muchos textos en los que se nos llama a escuchar la palabra de Dios, porque
es lo principal que el Señor espera de nosotros, escuchar, obedecer a la
Palabra de Dios. En un salmo leemos: “Ojalá
escuchéis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón, como el día de Masá en el
desierto” (Sal 95,7-8) que reproduce la epístola a los Hebreos por tres
veces: “Si escucháis su voz, no
endurezcáis vuestros corazones como sucedió el día de la rebelión en el
desierto” (Heb 3,7-8. 4.15), anotando que así ocurrió en el desierto donde
el pueblo se rebeló contra Dios, tentándolo y poniéndolo a prueba.
P. Román Llamas ocd
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