A cualquiera se le alcanza que si el
matrimonio de María y José es un matrimonio predestinado por Dios desde la
eternidad y realizado por el Espíritu Santo, que los casó, han de ser muy
semejantes, muy iguales, que entre ellos tiene que haber una semejanza
extraordinaria, y así es en verdad. Un autor del siglo XVII la expone con estas
palabras:
Si
cuando Dios dio esposa a Adán, se dijo: demos a Adán una ayuda semejante a él,
cuanto más en el matrimonio de María y José, predestinado y preparado para
traer al mundo al Salvador y Redentor de la humanidad procuraría que los dos
fuesen perfectísimos e iguales. Y así, aunque la bienaventurada Virgen
María sea la primera en santidad, como convenía a la madre de Dios, San José
goza también de ella y esta santidad le convierte en tal cual convenía al que
tenía que tener por esposa a la misma Madre de Dios. Dice San Bernardo:
Pienso
que Dios otorgó el máximo adorno a la Virgen con los adornos inestimables de
todas las virtudes y que la engalanó con las margaritas de muchos carismas
celestiales, que a ningún otro jamás había concedido, pues con los vestidos del
mismo color vistió a José, su queridísimo esposo, para que no faltase ni
mínimamente entre estos dos sagrados esposos la debida semejanza y simpatía de
costumbres.
Por
lo que si lo contemplamos con más altura, vemos, en comparación con todos los
demás santos, que ambos fueron elegidos desde la eternidad para la doble
dignidad más alta que todas las de los demás santos juntos, María para la de
madre natural de Cristo y José para padre legal del mismo; ambos fueron
santificados en el seno de su madre (como atestigua el gran Canciller de
Paris); ambos agraciados con un nombre caído del cielo; ambos figurados en
varias figuras; ambos asumidos para el ministerio del Verbo encarnado,
María para darle la sustancia de la carne, José para alimentarlo y
nutrirlo; ambos los primeros que emitieron voto de virginidad y cultivaron el
celibato en el matrimonio; ambos los primeros que gustaron la dulzura del maná
celeste, viendo al Verbo vestido de carne humana; ambos fueron los testigos
mejores, sin excepción, del concierto angélico celebrando el nacimiento de Cristo
y de la feliz venida de los pastores y de los Reyes; ambos vieron a
medianoche al Sol naciente, que fue algo más admirable que ver las estrellas al
mediodía; ambos llamados padres de Cristo y la Virgen María nos testifican de
ello:
Pero
para que aparezca con más claridad esta admirable semejanza entre los dos
esposos María y José, la que brilla con esplendidísimos fulgores, la
expondré con más amplitud y más copiosamente. Los evangelios dicen pocas
cosas de la Virgen y encierran en una sola palabra sus muchas alabanzas,
llamándola Madre de Dios:
Encuentro
también en los sagrados evangelistas que María y José son semejantísimos en que
cuantas veces nombran a María no se olvidan en absoluto de José, y, al revés,
cuando nombran a José no silencian a María. Son José y María como dos cítaras
con alma, perfectamente templadas y enteramente de tal modo concordes que
sonando en el Evangelio la voz María, inmediatamente resuena la voz José y al
revés.
P.
Román Llamas ocd
Comentarios
Publicar un comentario