En segundo lugar, en esta Trinidad de Jesús, María y José hay que observar que, como en la SS. Trinidad del cielo son tres los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y los tres son uno, como dice San Juan (1 Jn 5). Así en la tierra son tres los testigos de la inmensa bondad de Dios, los mayores sin excepción, Jesús, María y José que por el vínculo de la caridad son uno, un corazón y un alma, y como en el misterio de la Trinidad no se reconoce una cuarta persona consustancial a las tres, así en la Trinidad de la tierra no se admite ninguno igual a ellos.
Podemos añadir como en la Trinidad Beatísima la esencia de su vida es el amor: “por lo cual es infinito / el amor que les unía / (a las tres personas), porque un solo amor tres tienen / que su esencia se decía” (San Juan de la Cruz). Dios uno y trino es amor: el Padre es Amor, el Hijo es Amor, el Espíritu santo es Amor. Pues así en la Trinidad de Nazaret: Jesús, María y José, la esencia y realidad de la vida y de las mutuas relaciones son también amor. Abismos de amor había en el corazón de la Virgen María, y esta es su mayor grandeza según Santa Teresita, abismo de amor en el corazón de San José, que tenía un alma semejantísima a la de su esposa, y, sobre todo, abismos de amor en el corazón de Jesucristo, que es la misma persona de la Trinidad del cielo, encarnada, eso sí, en el seno de María y nacida de ella. Él es todo y puro amor y este amor lo derramó a raudales en los corazones de su madre María y de su padre José, que le corresponden con todas las fuerzas de su alma, con total entrega por parte suya. En esta familia sagrada de Nazaret, en esta Trinidad de la tierra hay un solo corazón, una sola alma, una sola vida, un solo amor: el de Jesús derramado abismalmente en los corazones de María y de José. En Nazaret solo se vive de amor, que solo en amarse es su ejercicio.
P. Román Llamas, ocd
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