Estas palabras
de Isaías hacen exclamar a santa Teresita: “Nunca palabras más tiernas ni más
melodiosas alegraron mi alma” (MC 3v). "¿Qué sentirá, pues, el alma aquí, el
alma de José, ante tan soberanas mercedes? ¡Cómo se derretirá de amor! ¡Cómo agradecerá
ella, san José, viendo estos pechos de Dios abiertos para sí con tan soberano y
largo amor!” (CE 27,2) Estas mercedes le venían tantas veces de la presencia de
su hijo Jesús. Es algo que nosotros no podemos acabar de comprender. “Y sintiéndose
puesta entre tantos deleites, entregase toda a sí misma a él, y dale también
sus pechos de su voluntad y amor…esto es, los deleites y fuerza de mi voluntad
emplearé en servicio de tu amor y por pasar así estas dos entregas del alma y Dios
en esta unión, de san José y Dios, las refiere ella en la siguiente canción,
diciendo: “Allí le di mi pecho…” (CE 27,2).
“En esta
canción cuenta la esposa la entrega que hubo de ambas partes en este espiritual
matrimonio, conviene a saber, de ella y de Dios diciendo que en aquella
interior bodega de amor se juntaron en comunicación él a ella, dándole el pecho
ya libremente su amor, en que le enseñó sabiduría y secretos, y ella a él,
entregándosele ya toda de hecho, sin ya reservar nada para sí ni para otro,
afirmándose por suya para siempre” (CE 27,3)
“Allí me dio su pecho”. Dar el pecho uno a
otro es darle su amor y amistad y descubrirle sus secretos, como a amigo. Y así
decir el alma, san José, que le dio su pecho, es decir que allí le comunicó su
amor y sus secretos, lo cual hace Dios con el alma en este estado (CE 27,4).
“Allí me enseño ciencia muy sabrosa. La
ciencia sabrosa que dice aquí que le enseñó es la TEOLOGÍA MÍSTICA, que es
ciencia secreta de Dios, que llaman los espirituales contemplación, que es muy
sabrosa, porque es ciencia por amor, el cual es el maestro de ella y el que
todo lo hace más sabroso” (CE 27,5).
P. Román Llamas, ocd
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