Que bien le cuadran
a san José las palabras de san Juan de la Cruz, Él sabe que tiene una
superioridad especial en esta gracia por encima de todos los santos, como la
tiene la Virgen María y esta lo canta en el Magníficat, porque el Poderoso ha
hecho en mi grandes cosas, maravillas, y aunque el alma no sabe si este su amor
y gustoso deleite de todas las cosas y tratos es deleite de amor de Dios (CE
27,8) o instintivamente lo vive con toda la entrega de su corazón en cada acto.
Por eso lo único que hace en todo es amar. Amor en la educación y enseñanza de
Jesús, amor en las relaciones con él y con María. Amor en todo. Sabe que lo
único que da valor a nuestros actos delante de Dios es el amor. Que sin amor
las más grandes maravillas no son nada delante de Dios y que con amor los actos
más corrientes y normales se convierten en maravillas delante de Dios, tanto más
cuanto más calificado es el amor. Son las pequeñeces de que habla Santa Teresita,
en las que lo único que le daba a Jesús era amor, como en todas las demás
realidades de su vida. Al fin de su vida ella dirá: “No he dado a Dios más que
amor”.
Podemos aplicar
a san José lo que san Juan de la Cruz dice de las almas que han llegado al
estado de matrimonio espiritual, y con mucha más razón que a ellas: el alma que
ha llegado a estado de desposorio espiritual no sabe otra cosa sino amar y
andar siempre en deleites de amor con el Esposo. Porque, como en esto ha
llegado a la perfección, cuya forma y ser, como dice san Pablo (Col 3,14) es el amor, pues cuanto el alma
más ama tanto es más perfecta en aquello que ama, de aquí es que esta alma que
ya está perfecta, todo es amor, y todas sus potencias y caudal de su alma
emplea en amar, dando todas sus cosas, como el sabio mercader (MT 13,46) por
este tesoro de amor, que halló escondido en Dios, el cual es de tanto precio
delante de él, que como el alma ve que su Amado nada precia ni de nada se sirve
fuera del amor, de aquí es que, deseando ella servirle perfectamente, todo lo
emplea en amor puro de Dios (CE 27,8).
P. Román Llamas, ocd
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