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GRANDEZA DE SAN JOSÉ A LA LUZ DE SAN JUAN DE LA CRUZ (14)




Solo el amor. San José tiene claro que al fin para este fin de amor fuimos criados (CE 29,3). Lo primero que destaca en esta canción 29 es que “verdaderamente esta alma está perdida a todas las cosas y solo está ganada en amor, no empleando ya el espíritu en otra cosa” (CE 29,1). Y refiriéndose a Marta, dedicada a las cosas de la vida activa y María a los pies de Jesús, entendiendo que ella lo hace todo y María no hace nada,  siendo ello muy al revés, pues no hay obra mejor ni más necesaria que el amor,  afirma que “en tanto que el alma no llega a este estado de unión de amor, le conviene ejercitarse ejercitando el amor así en la vida activa como en la contemplativa, pero cuando ya  llegase a él no le es conveniente ocuparse en otras obras y ejercicios  exteriores, que la pueden impedir un punto de aquella asistencia de amor en Dios, aunque sean de gran servicio de Dios, porque es más precioso delante de Dios y del alma un poquito de este puro amor y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, que todas esas obras juntas” (CE 29,1-2).


Y lo explica con estas palabras: “De donde, cuando alguna alma tuviese algo de este solitario amor, grande agravio se le haría a ella y a la Iglesia si, aunque fuese por poco espacio, la quisiesen ocupar en cosas exteriores, aunque fuesen e mucho caudal. Porque, pues Dios le conjura que no la recuerden de este amor, ¿quién se atreverá y quedaría sin reprender? Al fin para este fin de amor fuimos criados” (CE 29,3)

Y por eso el alma que tiene esta experiencia de este amor de Dios, se pierde a todas las cosas y a sí mismo, ”se ha perdido a todos los caminos y vías naturales de proceder en el trato con Dios, que ya no le busca por contemplaciones, ni formas ni sentimientos ni otros modos algunos de criatura ni sentido, sino que pasó sobre todo esto y sobre todo modo suyo y manera, tratando y gozando de Dios en fe y amor, entonces se dice haberse de veras ganado a Dios, porque de veras se ha perdido a todo lo que no es Dios y a lo que es en sí” (CE 29,11). Que, por eso, santa María Magdalena, aunque con la predicación hacía gran provecho y lo hiciera más grande después, por el gran deseo que tenía de agradar a su Esposo y aprovechar a la Iglesia, se escondió en el desierto treinta años para entregarse de veras a este amor (CE 29,2).

P. Román Llamas, ocd

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