San José es hechura de Dios Padre y de su
Espíritu Santo. Los evangelios narran sencillamente la realización de lo
determinado por Dios Padre en el Decreto eterno de la salvación de los hombres:
que su Hijo se encarnaría, sería engendrado y nacería virginalmente del
seno de una Virgen desposada con un hombre llamado José de la casa de David, y
el nombre de la Virgen era María. (Lc 1,17). Si María entra en el Decreto
salvador de Dios, entra de igual manera san José, su esposo. Y, como es hechura
de Dios y de su Espíritu Santo la Virgen María, persona singular y única,
benditísima entre las mujeres, así lo es también san José, persona singular y
única después de María, benditísimo entre los hombres. Y si en la plenitud de
los tiempos elige a José por esposo de la Virgen María es porque así estaba, y
tal como estaba, predestinado desde toda la eternidad.
El Padre y su Espíritu Santo hicieron,
formaron y plasmaron a san José digno esposo de María y digno padre, por el
matrimonio de José con María, de su Hijo encarnado. ¡Cuán bueno, cuán
misericordioso, cuán hermoso, cuán santo, cuán lleno de gracia y de virtudes,
cuán esplendoroso en privilegios no lo formarían! El entendimiento y la
imaginación quedan atónitos y sorprendidos ante tan alta y sublime grandeza de
san José. Escribe san Juan de la Cruz: “¿Quién podría decir hasta donde
llega lo que Dios engrandece un alma cuando da en agradarse de ella? No hay ni
poderlo imaginar, porque, en fin, lo hace como Dios para mostrar quién él es.
Solo se puede dar algo a entender por la condición que Dios tiene de ir dando
más a quien más tiene y lo que le va dando es multiplicadamente según la
proporción de lo que antes el alma tiene” (CE c.33,8)
P. Román Llamas, ocd
Comentarios
Publicar un comentario