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ENGRANDECIMIENTO DE SAN JOSÉ (1 de 3)


San José es hechura de Dios Padre y de su Espíritu Santo. Los evangelios narran sencillamente la realización de lo determinado por Dios Padre en el Decreto eterno de la salvación de los hombres: que su Hijo se encarnaría, sería engendrado y nacería virginalmente del seno de una Virgen desposada con un hombre llamado José de la casa de David, y el nombre de la Virgen era María. (Lc 1,17). Si María entra en el Decreto salvador de Dios, entra de igual manera san José, su esposo. Y, como es hechura de Dios y de su Espíritu Santo la Virgen María, persona singular y única, benditísima entre las mujeres, así lo es también san José, persona singular y única después de María, benditísimo entre los hombres. Y si en la plenitud de los tiempos elige a José por esposo de la Virgen María es porque así estaba, y tal como estaba, predestinado desde toda la eternidad.

El Padre y su Espíritu Santo hicieron, formaron y plasmaron a san José digno esposo de María y digno padre, por el matrimonio de José con María, de su Hijo encarnado. ¡Cuán bueno, cuán misericordioso, cuán hermoso, cuán santo, cuán lleno de gracia y de virtudes, cuán esplendoroso en privilegios no lo formarían! El entendimiento y la imaginación quedan atónitos y sorprendidos ante tan alta y sublime grandeza de san José. Escribe san Juan de la Cruz: “¿Quién podría decir hasta donde llega lo que Dios engrandece un alma cuando da en agradarse de ella? No hay ni poderlo imaginar, porque, en fin, lo hace como Dios para mostrar quién él es. Solo se puede dar algo a entender por la condición que Dios tiene de ir dando más a quien más tiene y lo que le va dando es multiplicadamente según la proporción de lo que antes el alma tiene” (CE c.33,8)
P. Román Llamas, ocd



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