Entre los rasgos que el B. P. Francisco Palau contempla en María como
espejo limpidísimo de la Iglesia: Jesucristo y los prójimos en unidad, siempre
destaca la Hermosura y la infinita Amabilidad, eso es la Iglesia y María
es su espejo.
Meltón de Sardes (+490) llama a la Virgen hermosa cordera en una homilía.
Y Gregorio de Palamós (+1359) Escribe: “Queriendo crear una imagen de la
Hermosura infinita y manifestar claramente a los ángeles y a los hombres la
potencia de su arte, Dios ha hecho a María verdaderamente toda hermosa. Ha
reunido en ella todas las bellezas particulares distribuidas a las demás
criaturas y la ha constituido como hermosura común de todos los seres visibles
e invisibles”
Y san Pablo VI (+ 1978) recoge así en el discurso de clausura del Vaticano
II el sentimiento de la Iglesia latina sobre la Hermosura de María, el día 8 de
diciembre de 1965: “Mientras cerramos el
concilio celebramos a María santísima”; la madre de Cristo es, por tanto,
Madre de Dios y nuestra madre espiritual. María santísima, inmaculada, es
decir, inocente, estupenda, perfecta, la Señora, la verdadera Señora,
ideal y real al mismo tiempo, la criatura en la que se espeja la imagen de
Dios, la limpidez absoluta, sin ninguna turbación como sucede en cualquier otra
criatura.
“¿No es fijando nuestra mirada en esta
Señora humilde, nuestra hermana y al mismo tiempo nuestra Madre celestial y
Reina, espejo limpidísimo y sagrado de la Infinita Belleza, que puede acabar
nuestra celestial ascensión conciliar y este saludo final y que puede
comenzar nuestro trabajo postconciliar? ¿Esta Belleza de María Inmaculada
no se convierte en un modelo de inspiración para nosotros? ¿En una esperanza
confortante?” (Alocución del 16.5.1965).
P. Román Llamas, ocd
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