Es un año santo que debemos al Papa
Francisco, a su gran devoción a san José desde el día 8 de diciembre del
año 1870, en que el Papa Beato Pío IX le declaró Patrono de la Iglesia
católica hasta el 8 de diciembre de 2021, a los 150 años de dicha solemne
proclamación. Un año para desahogar cada día y varias veces al día el corazón
con una fe viva y una caridad ardiente. El recuerdo de san José siempre es
reconfortante y gozoso. Un recuerdo para llenar el día y la vida de fuerza, de
paz, de ilusión, de alegría y de amor. ¿Quién no se acuerda cada día del mejor
amigo? El amor vive más donde ama que donde anima. Si amas a san José, ese
mismo amor despertará el recuerdo y con él tantas cosas: San José santísimo
desposado con María la Virgen purísima, que por eso en el evangelio de Lucas
van siempre unidos y juntos, y por su desposorio con María José Padre
tiernísimo de Jesús, cómo se entretenía con él con los juguetes que él mismo le
había hecho como carpintero, cómo le enseñaba las primeras oraciones a
rezar cada día, las primeras letras y las primeras instrucciones del arte de
carpintería Y la vida de cielo que están viviendo los Tres en el hogar de
Nazaret, ya que allí todo es vida de amor, que esa es la vida del cielo, el
amor que todo lo llena, todo lo explica y suaviza, y todo dirigido por san José
que es el Jefe de esa familia santa y sagrada.
Quiero ahora fijarme sobre tres
aspectos de la devoción a san José para esta Año santo:
El Agradecimiento.
Los pequeños servicios.
La imitación de sus virtudes
A estos dos últimos se refiere santa Teresa, cuando habla de
su devoción a san José: confiesa al final del que yo llamo el mejor panegírico
de san José, en el capítulo sexto de su Autobiografía: Plega al Señor no
haya yo errado en atreverme a hablar en él, porque, aunque predico
serle devota en servicios y en imitarle siempre he faltado (V 6,8). Se
trata de una confesión humilde porque si ha faltado es con faltas involuntarias
e inadvertidas ya que ella quiso andar siempre en la voluntad de Dios y en la
verdad.
El Agradecimiento.
La acción de gracias está necesariamente
unida a la auténtica vida cristiana y la razón es clara: Todo lo bueno que
tenemos lo hemos recibido y lo estamos recibiendo de la generosidad de Dios
Padre y de su Hijo Jesucristo que hasta ha dado la Vida por nosotros. Dice el
apóstol Santiago: Todo don excelente y toda donación perfecta viene
de lo alto, del Padre de las luces en el que no hay cambios ni sombras de
variación (Sant 1,17). San Pablo nos dice: ¿Qué tenemos que no hayamos
recibido? Y ¿Por qué nos ensoberbecemos de ello como si no lo hubiésemos
recibido? (1Cor 4,7); es una manera de volver a reconocer que es el mismo
Dios el que nos hace todo el bien y nos demuestra todo su amor. Dice santa
Teresa: ¿De dónde me han venido todos los bienes sino de Vos? Que, en veros
cabe mí, he visto todos los bienes. Este Señor nuestro es por quien nos vienen
todos los bienes (V 22, 4,6 y 7).
Cuando santa Teresita no pudo recibir la
Eucaristía por motivos de salud en su última enfermedad, exclamó: Todo es
gracia de Dios Padre, hasta verse privada de los sacramentos. Sí, todo es
gracia de Dios Padre, todo es bondad y gratuidad de Dios, todo es amor de Dios
porque Dios es AMOR INFINITO.
San Pablo en la epístola a los Romanos, al
final en las recomendaciones y saludos se acuerda de Prisco y Aquila, sus
colaboradores en Cristo Jesús, “los cuales por mi vida expusieron sus
cabezas y no soy yo solo en agradecérselo, sino también todas las iglesias de
los gentiles” (Rom 16,3)
San Pablo en la primera carta los
Tesalonicenses, las dos cartas a los fieles de Tesalónica son los primeros
escritos del Nuevo Testamento en los años 51-52 de la era cristiana, en los
últimos consejos que les da, está este: Sed eucarísticos, dad gracias a Dios
en todo (y da la razón), porque esta es la voluntad de Dios en Cristo
Jesús para vosotros (1Tes 5,17).
Volverá con esta llamada en otras cartas.
Es la única actitud ante Dios, la del agradecimiento, por eso cuanto de
palabra o de obra realicéis hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias
por su intercesión a Dios Padre (Col 3,17). En este contexto dice a los
cristianos: Sed eucarísticos, sed agradecidos (Col 3,15), No se trata de
una invitación sino de una afirmación solemne: estad agradecidos, sed
eucarísticos, como lo está Jesús en la Eucaristía, que significa acción de
gracias, pues participáis de ella. La palabra de Cristo reine ricamente entre
vosotros, enseñándoos y amonestándoos mutuamente por medio de la
sabiduría con salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y complaciendo a
Dios en vuestros corazones (Col 3,16). Y en la carta a los Efesios les
repite la misma reflexión: sed llenos del Espíritu…cantando y alabando al
Señor en vuestros corazones, dando gracias por todo al que es Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo (Efe 5,18-21)
Y estar y ser siempre en esta actitud de
agradecimiento es estar haciendo siempre la voluntad de Dios sin desviarse de
ella voluntariamente un ápice.
En la introducción al Prefacio de la Misa
dice el sacerdote: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y
salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor Padre santo, Dios
Todopoderoso y Eterno. Fijémonos en estas palabras: Dar gracias a Dios
Padre es necesario, no podemos prescindir de ello, es nuestro deber de hijos,
es nuestra salvación, siempre y en todo lugar dar gracias a Dios Padre.
Darle gracias siempre y en todo lugar y por todo es nuestra salvación,
Estar en continua acción de gracias, ser eucarísticos es conseguir la
salvación.
Si en cada lugar y en cada instante lo
estamos recibiendo todo de la mano generosa y misericordiosa de Dios Padre, en
cada lugar y en cada instante tenemos que serle agradecidos. Nuestra vida debe
ser una eucaristía, una acción de gracias ininterrumpida, que la vida santa es
la mejor acción de gracias.
P.
Román Llamas, ocd
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publicaciones:
·
Los pequeños servicios.
·
La imitación de sus virtudes
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