No
hablamos del silencio como ausencia de palabras, sino del silencio como causa
de las palabras. Es un silencio contemplativo que se asienta en el corazón. La Virgen
conservaba todas estas cosas, palabras y obras de Jesús, en su corazón, meditándolas
en un silencio interior. Por eso, como dice Proclo (+ 485), maestro del
Platonismo: Es necesario que antes que la palabra se dé el silencio que lleva
la palabra”. Y un profesor francés del siglo XX afirmó: “La palabra está ligada
al silencio fundamental en el cual alcanza la plenitud de su sentido y todo discurso
metafísico alcanza su consistencia en la plenitud del silencio anterior, que es
como el punto de referencia del espíritu al ser” Otro afirma; El silencio es
significativo. Lejos de proscribir el pensamiento, es el acto de su nacimiento,
la germinación profunda. Eso es, en su recogimiento es palabra anterior a
nuestra palabra y crisol del discurso.
Lo
que estos autores dicen del pensamiento filosófico nosotros lo aplicamos a la
vida espiritual. El silencio vivo, denso, atento es una inteligencia primordial
y secreta, una luz interior, una plenitud; es como el acto en el que el alma
escucha al maestro interior. El sentido de nuestras palabras penetra en los
oídos: detrás está el maestro.
Dice
Pascal: En el amor el silencio vale más que un discurso prolongado. Y en el
silencio nace Cristo, la Palabra de Dios, según san Ignacio de Antioquia. (Ad magnesios 8,2). Y quien posee
realmente la palabra de Jesús, puede percibir también su silencio, para que sea
perfecto, para que obre a través de las cosas de quien calla y pueda ser
reconocido a través de las cosas que calla (Ad
Ephesios, 15,1-2).
“Una
palabra habló el Padre que fue su Hijo, y esta habla siempre en eterno
silencio, y en silencio ha de ser oída por el alma, dice san Juan de la Cruz”
Dichos de amor… 1º4
El
silencio constituye la mejor comunicación cuando el corazón esta lleno de amor,
escribe A. de Melo y ahora me viene a la memoria que en una ocasión leí que la Trinidad
es amiguísima del silencio.
El
silencio es característico de las almas interiores. Una alabanza de gloria dice
santa Isabel de la Trinidad, es un alma de silencio que permanece como una lira
bajo el toque misterioso del Espíritu Santo, para que arranque de ella armonías
divinas (El cielo…, 43).
Escribe
a su hermana, que está esperando un hijo: “Piensa lo que pasaría en el alma de
la Virgen cuando después de la Encarnación poseía en ella el Verbo encarnado,
el Don de Dios… ¡En qué silencio, en qué recogimiento, en qué adoración más profunda
debía sumergirse en el fondo de su alma para escuchar a aquel Dios de quien era
madre” (Cta 183,11)
“La
adoración, ¡ah! es una palabra de cielo. Me parece que podría definirse: el
éxtasis del amor. Es el amor vencido por la belleza, la fuerza, la grandeza
inmensa del Objeto amado, que ´cae en una especie de desfallecimiento`, en un
silencio lleno, profundo; este silencio del que habla David al escribir: ¡El
silencio es tu alabanza” (Sl 65,1) (Últimos Ejer 21)
P.
Román Llamas, ocd
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