María
es la Hija predilecta y singular del Padre del cielo. En todo quiso e hizo
siempre su voluntad. No tuvo, como su hijo (Jn 4,34), otro manjar que hacer la
voluntad de su Padre. Por eso cuando el ángel le anuncia que va a ser la Madre
de Dios, le recuerda como obstáculo su voto de virginidad ¿Cómo puede ser esto
si no conozco varón? Al decirle al ángel que para Dios no hay nada imposible,
responde todo contenta. Hágase en mí según tu palabra, según lo que el Señor me
dice, según su voluntad. Y este es el SI que durante toda su vida dirá al Padre
del cielo. María es la “primera y más perfecta discípula de Cristo” (San Pablo VI),
la más perfecta cumplidora de la voluntad del Padre de cielo. La Virgen María vive
al hilo de la voluntad de Dios, tocado por el soplo de Espíritu Santo. Como su
Hijo, ha venido para hacer en todo la voluntad de su Dios.
San
José ha sido predestinado por la Trinidad desde la eternidad para que
representara al Padre en el misterio de la salvación, para ser su sombra en la
relación con el Hijo encarnado y nacido de la Virgen María, haciéndole que
forme parte de la Trinidad de la tierra y le hace participe de la inefable
grandeza de Maria, su esposa, privilegiándole con una fidelidad total a la
voluntad de Dios. Escogido, elegido y hecho, como siervo fiel y prudente, para
ser el Custodio de Jesús y María, los dos mejores tesoros de Dios, no ha
faltado en lo más mínimo en el cumplimiento de la encomienda recibida. Santificado
que fue en el seno de su madre y raído radicalmente el fomes peccati, la
inclinación al mal, en todo se ha comportado conforme a la voluntad del Padre
del cielo. Como María, no ha tenido en su vida de Custodio más que un SI
ininterrumpido. Guiado por el Espíritu Santo, como María, no ha cometido ni el
menor pecado, ni la menor imperfección voluntaria. Si santa Teresita confiesa que no recuerda
haber negado nada a Jesús desde lo tres años, ¿Qué tenemos que decir de san
José? Por eso traducir en el evangelio de la Misa de la solemnidad de san José
que tomó la determinación o decisión de abandonar en secreto a su esposa, al
encontrarla en estado de buena esperanza, es echar una mancha en el santo Patriarca
ya que tomar una decisión en la situación en que estaba es una imprudencia. A José
le vino ese pensamiento, pero no tomó ninguna decisión de abandonar en secreto
a su esposa. ¿Qué hago? En toda la tradición de la Iglesia desde san Juan Crisóstomo
no he encontrado un solo autor que hable de decisión. La primera vez que
aparece esta traducción es de mediados del siglo XX. (Ver ROMÁN LLAMAS, José, solo ante el peligro,
Est. Jos.60, 2006, 1-37). San Juan de
Ávila, en su sermón de san José, dice que era tanto lo que José amaba a su
esposa María, que el solo pensar que tenía que dejarla le arrancaba las
entrañas y le partía el corazón.
Pensaba
y se encomendaba al Señor. Sin duda él había leído en la Escritura santa lo que
relata del rey Josías, un rey piadoso y fiel, que afligidísimo, rodeado de sus
enemigos, poniéndose en oración, decía la Señor: Cuando no sabemos lo que
tenemos que hacer, solo esto nos queda, volver los ojos a ti (2Cró 20,12). Y
pedirle ayuda.
También
ha leído en los salmos y más de una vez: A los que confían en el Señor la
misericordia los rodea (Sal32,10), Si el afligido invoca al Señor, él lo
escucha y l libra de todas sus angustias (Sal 33,7 y 28). Es lo que hizo José y
vino el ángel del Señor y le dijo: José, hijo de David no tema tomar a María tu
mujer en tu casa porque lo que hay en elle sobra del Espíritu Santo (Mt 1,20).
P.
Román Llamas, ocd
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