Ir al contenido principal

SAN JOSÉ ESPOSO DE MARÍA (4 de 4)


El amor produce fecundidad. Hablando de Sebastián Bach escribe un autor que este nunca hubiese compuesto la maravilla de su obra musical, esa maravilla de armonía y serenidad de no haber tenida a su lado el amor de Ana Magdalena. ¡Cuántos genios se habrán malogrado por no haber tenido a su lado el amor de una esposa buena y cariñosa!

Para comprender hasta dónde llega la perfección y plenitud de amor de los corazones de este matrimonio de José y María hay que tener en cuenta que ambos han sido elevados por Dios al estado más alto a que se puede llegar en esta vida: el matrimonio espiritual que es la perfección, el summum  del amor entre Dios y el hombre, la Virgen María desde el primer instante de su Concepción Inmaculada, san José desde su santificación en el seno de su madre y además en el grado supremo, y las obras de estas personas son todas divinas como dice san Juan de la Cruz: “De donde, el alma que está en estado de transformación de amor, podemos decir que en su ordinario hábito es como el madero que siempre está embestido en fuego y los actos de esta alma son la llama que nace del fuego de amor, que tan vehemente sale cuanto es más intenso el fuego de la unión, en la cual llama se unen y suben los actos de la voluntad arrebatada y absorta en la llama del Espíritu Santo…

Y así en este estado no puede el alma hacer actos, que el Espíritu Santo los hace todos y la mueve a ellos, y por eso, todos los  actos del alma son divinos, pues está hecha y movida por Dios” (Llama, C. Iª, 3).Y también “si alguno le amase, vendría la Santísima Trinidad en él y moraría de asiento en él (Jn 14,23), lo cual es ilustrándole el entendimiento divinamente de la Sabiduría del Hijo, y deleitándole la voluntad en el Espíritu Santo,  y absorbiéndola el Padre poderosa y fuertemente en el abrazo abisal de su dulzura” (Llama C. Iª, 15.)

   Si todos estos actos divinos los está viviendo en la tierra, viven una vida que es más propia del cielo. Por eso podemos decir que la vida que viven José y María en la casa de Nazaret es una vida que sabe a vida eterna, y la vida del cielo es una vivida en plenitud de amor por todos sus moradores. En su casita de Nazaret está la vida de Jesús y de María, que se desarrolla por otra parte en una vida externamente normal y corriente como la de los demás nazaretanos, pero que en realidad es una vida divina de amor perfecto.

 

P. Román Llamas, ocd.

TEXTO COMPLETO



                                                                                      


Comentarios

Entradas populares de este blog

EL SUEÑO DE SAN JOSÉ (1 de 5)

La revelación del misterio que el Espíritu Santo realiza en María, su mujer, dice el evangelio que se lo manifestó a José en sueños. ¿Quizás soñó José con lo que había descubierto despierto? José se ha dado cuenta de lo que se nota en María y entra en duda de qué actitud debe tomar ante tal suceso, no sabe qué hacer. Hasta se le ocurre despedirla en secreto. Con estos pensamientos se acuesta, se duerme y sueña.   ¿Qué sueña San José? ¿Qué se le representa a San José en sueños? Lo que ha imaginado y soñado despierto. Que María es una criatura encantadora, una joven responsabílisima. Que María no ha podido hacer nada innoble. Y que Dios no ha podido permitir que un desalmado la haya desflorado. ¿Qué habrá pasado? ¿Quizás ha intervenido milagrosamente el Todopoderoso y por obra del Espíritu Santo María está encinta, como profetizó el profeta Isaías? Porque los signos de una maternidad son evidentes. ¿Qué hago? Y en el sueño se agolpan los pensamientos. ¿Darle el libelo de repu

EL ÚLTIMO ADVIENTO DE SAN JUAN DE LA CRUZ (1 de 4)

    El último adviento de San Juan de la Cruz es el que vive en Úbeda, en 1591, enfermo en su celda y doliente. Muere en ese adviento. La esperanza y la alegría de San Juan de la Cruz se han ido desarrollando de una manera estupenda a lo largo de toda su vida. Juan de la Cruz era apacible, alegre, afable, enemigo de la melancolía en si y en los otros. No se reía descompasadamente, sino con una afabilidad que tocaba, pegaba alegría. Procuraba que sus súbditos no saliesen nunca tristes de su presencia. Era alegre, optimista. Ve el mundo vestido de alegría y hermosura, "de aquella infinita hermosura sobrenatural de la figura de Dios (que el Verbo), cuyo mirar viste de hermosura y alegría el mundo y a todos los cielos (CE 6,1). ¡Qué bonito es verlo todo vestido y derramando la alegría de Dios, todo vestido y derramando Encarnación y Navidad! Alegría que nace, como de su fuente, de su esperanza viva, de su gran esperanza. San Juan de la Cruz hizo suya la exhortación de San Pablo: Vivid

EL ÚLTIMO ADVIENTO DE SAN JUAN DE LA CRUZ (4 de 4)

La esperanza de ir al cielo, que se apoya en el amor de Dios que nunca falta, es una esperanza de gloria y ciertísima, esperanza del cielo tanto alcanza cuanto espera, y así, cuando oye las campanas de la Iglesia del salvador, pregunta: ¿a qué tañen? A maitines, le dicen ¡Gloria a Dios, que al cielo los iré a decir! Los maitines que Juan de la Cruz va a cantar al cielo son los de nuestra Señora, ya que en ese día, en el que él iba a morir, se celebraba la liturgia de Santa María en sábado. Esta nota de amor mariano no era algo improvisado sino culminación de una devoción vivida larga e intensamente. Al deseo del cielo le llevaba suavemente la devoción a María. Solía decir que "por pequeña que fuese la imagen de la Virgen nuestra Señora pintada, cuando la miraba, le causaba aquel amor, respeto y claridad en el alma, como si la viera en el cielo" (BMC 14,168). San Juan de la Cruz muere el 14 de diciembre de 1591, en plena celebración del Adviento, que para él, aquel año, acabó