El amor produce fecundidad. Hablando de Sebastián Bach escribe un autor que este nunca hubiese compuesto la maravilla de su obra musical, esa maravilla de armonía y serenidad de no haber tenida a su lado el amor de Ana Magdalena. ¡Cuántos genios se habrán malogrado por no haber tenido a su lado el amor de una esposa buena y cariñosa!
Para comprender hasta dónde llega la
perfección y plenitud de amor de los corazones de este matrimonio de José y
María hay que tener en cuenta que ambos han sido elevados por Dios al estado
más alto a que se puede llegar en esta vida: el matrimonio espiritual que es la
perfección, el summum del amor entre Dios y el hombre, la Virgen María
desde el primer instante de su Concepción Inmaculada, san José desde su
santificación en el seno de su madre y además en el grado supremo, y las obras
de estas personas son todas divinas como dice san Juan de la Cruz: “De
donde, el alma que está en estado de transformación de amor, podemos decir que
en su ordinario hábito es como el madero que siempre está embestido en
fuego y los actos de esta alma son la llama que nace del fuego de amor, que tan
vehemente sale cuanto es más intenso el fuego de la unión, en la cual
llama se unen y suben los actos de la voluntad arrebatada y absorta en la llama
del Espíritu Santo…
Y así en este estado no puede el alma
hacer actos, que el Espíritu Santo los hace todos y la mueve a ellos, y por
eso, todos los actos del alma son divinos, pues está hecha y movida por
Dios” (Llama, C. Iª, 3).Y también “si alguno le amase, vendría la
Santísima Trinidad en él y moraría de asiento en él (Jn 14,23),
lo cual es ilustrándole el entendimiento divinamente de la Sabiduría del Hijo,
y deleitándole la voluntad en el Espíritu Santo, y absorbiéndola el
Padre poderosa y fuertemente en el abrazo abisal de su dulzura” (Llama
C. Iª, 15.)
Si todos estos actos divinos los está viviendo
en la tierra, viven una vida que es más propia del cielo. Por eso podemos decir
que la vida que viven José y María en la casa de Nazaret es una vida que sabe a
vida eterna, y la vida del cielo es una vivida en plenitud de amor por todos
sus moradores. En su casita de Nazaret está la vida de Jesús y de María, que se
desarrolla por otra parte en una vida externamente normal y corriente como la
de los demás nazaretanos, pero que en realidad es una vida divina de amor
perfecto.
P. Román Llamas, ocd.
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