Y
este amor no solo no desaparece ni se enfría, sino que día a día va
creciendo, su vida matrimonial es un ejercicio continuo de amor -solo en amar
es su ejercicio-. Sus relaciones con María es como un continuo hacer milagros,
porque las expresiones de amor, como el mejor signo del Reino de los cielos,
aunque sean en cosas pequeñitas, pero con totalidad de amor son los mejores
milagros. El milagro de acogerla en su casa, el llevarla consigo a Belén, el de
acompañarla en todo momento… Algunos pintores nos presentan a san José lavando
los pañales del Niño Jesús, o dándole a comer las sopas. San José colabora en
todos los trabajos y quehaceres de la casa y la familia.
El
amor le lleva a descubrir lo que realmente es suyo y lo que debe a María. Si lo
pensamos detenidamente es realmente asombroso lo que debemos y hemos recibido
de los demás, de los padres, hermanos, amigos, lo que hemos recibido de
personajes grandes de la historia, de los sabios, de los santos, de san José
concretamente. Qué no recibió de san José santa Teresa de Jesús que dice que no
hay cosa que le haya pedido que no se la haya concedido y que decía como
testifica el P. Gracián que todos los dones de naturaleza y de gracia que había
recibido los atribuía a su devoción a san José. y san José tenía conciencia de
lo que había recibido y recibía de su esposa María y el amor se lo hacía
comprender. San José era muy humilde, andaba en la verdad. A su vez el amor le
hace estar abierto a su esposa. Tan pronto como surge la amistad para con Dios
o la esposa, el alma sabe que no se pertenece a sí misma, que el uso
legítimo de su voluntad consiste en ese reconocimiento. Y solo se obra por
amor. La fe es una llama que se enciende por otra llama y Dios se llega a
nosotros por el corazón de los demás.
P. Román Llamas, ocd
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