Os ha nacido un hijo, un Niño se os ha dado. Pero no es un niño cualquiera. Es el Hijo de Dios encarnado y nacido de María, es el Hijo de Dios, el Rostro visible del Padre que viene a revelarnos en la humildad de su nacimiento el corazón de Dios. Ese Niño es el amor del Padre encarnado: ha aparecido la gracia, la bondad de nuestro Dios, es la manifestación asombrosa de Dios Amor. Y aparece en debilidad, en la vulgaridad de un niño cualquiera. Así es Dios cuando se acerca a los hombres, se hace en todo semejante a ellos, excepto en lo malo. Ha aparecido la ternura, la misericordia de Dios, el cariño y el perdón de Dios, la cercanía y la amistad de Dios, la humildad y la paciencia de Dios. Se han manifestado la entrañas paternales y maternales de Dios.
La
Navidad es eso: que se abrió el cielo y las nubes empezaron a llover a Dios,
tierna y mansamente. Llovió el perdón de Dios y esa noche divinamente iluminada
se borró la iniquidad de la tierra; llovieron las generosidades y las alegrías
de Dios y el mundo quedó consagrado en esa noche y en los labios de los hombres
nacieron las sonrisas, expresión de la alegría verdadera del corazón; llovieron
las claridades de Dios y el mundo y la humanidad entera quedaron iluminadas con
una luz que no se vuelve a apagar.
P Román Llamas, ocd
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