Junto a los elementos históricos de la narración, todos ellos contemplados y escritos a la luz del misterio de la Resurrección de Jesús, hay que descubrir el aspecto simbólico de los mismos. El relato no es crónica, sino anuncio, reflexión teológica, vivencia de la fe. Y así los padres de Jesús, José y María, representan a la comunidad apostólica que se ve improvisadamente privada de su maestro, pero después de tres días de ausencia y búsqueda lo descubren glorioso y triunfante.
La escena de Jesús en medio de los doctores, maravillando a todos con sus preguntas y respuestas, simboliza su sabiduría superior a la de los maestros más cualificados de Israel, confirmada por la respuesta dada a sus padres, que estos no comprendieron. La sabiduría de Jesús resulta incomprensible a la razón humana y solo se accede a ella por la fe. Es escándalo para los judíos y necedad para los griegos, pero para los llamados, para los que creen es salvación, gracia, justificación y santificación (cfr.1Cor 1,17-31).
En que el Niño Jesús responda a las cuestiones religiosas difíciles, maravillando a todos, en que conozca la voluntad de Padre sin haber pasado por la enseñanza rabínica, como más tarde en la defensa que hace de los apóstoles sin instrucción (Act 4,13), late la polémica contra los judíos que se burlaban de la falta de instrucción de Jesús y de la comunidad primitiva.
La
pérdida del Niño en el templo es una angustia para sus padres, como lo fue la
pasión y muerte de Cristo para la comunidad apostólica, y la incomprensión ante
la respuesta del Niño es símbolo de la incomprensión que se dio en los
apóstoles y se continúa dando en la comunidad eclesial acerca del misterio
salvador de Cristo que los predicadores del evangelio encontraron difícil de
hacer superar.
P.
Román Llamas ocd.
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