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SAN JOSE EN LA LLAMA DE AMOR VIVA (11 de 11)



¿Quiénes son estas almas privilegiadas? Sin duda alguna María y San José en primer lugar. Solo ellas tienen privilegios singulares y únicos que les hacen acreedores de las mercedes y comunicaciones de Dios, como el de Madre de Jesús, María y Esposo de María José y por este matrimonio Padre de Jesús, que ningún otro santo tiene ni puede igualarlos. El Padre del cielo no puede por menos de derramar estos dones, mercedes, deleites de que habla san Juan de la Cruz en la Llama de amor viva a ellos antes que a ningún otro, y no una vez sino muchas.  San Juan de la Cruz dice expresamente que Dios colma de estas maravillas no una vez sino frecuentemente. Viene hablado de las fiestas que el Espíritu Santo celebra con estas almas y afirma que es más segura, sustancial y deleitable, cuanto más interior ella es, porque cuanto más interior es, es más pura, y cuando hay más de pureza tanto más abundante, frecuente y generalmente se comunica Dios (Llama 1ª, 9). Y la Virgen y san José son purísimos, con voto de virginidad los dos. 

Y de estas fiestas del Espíritu Santo con José y María nada se dice en las historias y narraciones de sus vidas en los autores. Y es lo más sublime y maravilloso que han recibido. Han vivido su gloria en la tierra. El P. Enrique en su libro Maria de Nazaret, en el capítulo: La vida oculta en Nazaret, afirma de María: “Es probable que gozase de gracias extraordinarias y de la contemplación mística. Si Santa Teres de Jesús y san Juan de la Cruz gozaron de una unión mística con Dios y llegaron por el camino de la oración mental a un conocimiento y la contemplación mística ¿no gozaría de estas gracias la Madre de su Hijo?” María de Nazaret. Centro Bíblico católico, Madrid 1998, p. 225.

         No solo es probable que san José y la Virgen gozaron de esas fiestas del Espíritu Santo, es cierto y con más razón que otros santos, como san Juan de la Cruz, que por la manera de describir estas fiestas del Espíritu Santo con las almas las disfrutó más de una vez. 
P. Román Llamas, ocd

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