El silencio de San José es realmente inmenso,
expresión de su grandeza de alma extraordinaria, de una santidad sublime. Es la
expresión de su trato íntimo con Dios. El que vive muy dentro, está muy advertida
en Dios, calla, porque cuando lo está, luego con fuerza la tiran de dentro a
callar, la misma presencia y experiencia de Dios le está empujando a callar,
porque esa misma intimidad con Dios le enseña que el silencio es mejor y más
elocuente que las palabras, le urge al silencio, clima y actitud para escuchar
a Dios, que, como dice Santa Teresa, de las comunicaciones de Dios, se gozan en
grandísimo silencio (7M 3,11), y las palabras de la sabiduría oyense en
silencio (Eccle 9,19). “porque es imposible ir aprovechando, sino haciendo y
padeciendo virtuosamente, todo envuelto en silencio” (San Juan de la Cruz)
Esta actitud de silencio es la que tiene ante Jesús
y María, que en ese silencio amoroso, le van imprimiendo misteriosamente sus
gracias en lo más profundo de su ser ¡Cuántas veces no se quedó San José
contemplado en silencio a su Hijo y a su Esposa!
P. Román Llamas, ocd
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