José
intuyó y experimentó ya la separación de una manera definitiva por parte
suya, y la separación que experimentará su esposa, María, de una manera
continuada, cuando Jesús se separe de ella para darse de lleno a la misión que
su Padre le ha encomendado, pues él, José, debió morir antes de la vida pública
de Jesús.
José en esta escena se reafirma en lo que había hecho y experimentado el día de la Presentación del Niño, ofreciéndolo a Dios en sacrificio y en lo que le había dicho el ángel, que lo que iba a nacer de María, su mujer, a quien recibió en su casa conforme a la indicación del mismo, era obra del Espíritu Santo, era el consagrado de Dios. José tiene conciencia de que es el depositario del misterio de Dios, conciencia que le recuerda y despierta Jesús con esas palabras: Es necesario que esté con mi Padre.
Esto
no quita que José sufriese hondamente en su corazón la pérdida del Niño a quien
amaba entrañablemente, más que a sí mismo, aprendiendo por los padecimientos la
obediencia de la fe en Dios, y a base de los sufrimientos fue creciendo y progresando
en la fe y experiencia de Dios Amor. No olvidemos que estas escenas de la
Infancia de Jesús están impregnadas de sobrenaturalismo, como lo estuvieron los
hechos mismos.
P.
Román Llamas ocd.
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