No
comprendieron su palabra porque para ellos Jesús era el consagrado al Padre,
donde quiera que estuviera; ellos mismos le habían presentado a Dios en el
templo. No era necesario que se perdiera en el templo para estar con su
Padre, dedicado a las cosas de su Padre, pues lo estaba siempre. Y, sin
embargo, en los planes de Dios, sí era necesario que se perdiera en el templo.
Ellos saben que Jesús tiene que estar en las cosas de su Padre, lo
desconcertante, lo que no comprenden, es que Jesús para estar con su Padre haya
tenido que quedarse en Jerusalén sin decirles nada a ellos. Para José y María
el problema no radica en el qué, sino en el cómo tiene que estar con su
Padre, que irán comprendiendo poco a poco en un proceso y progreso de la fe que
no acaban de comprender. Jesús está con sus Padre lo mismo cuando se queda en
el templo de Jerusalén sin saberlo sus padres, como cuando vuelve con ellos a
Nazaret y allí les está sujeto, porque lo que cuenta para Jesús no es el lugar
sino el hacer en cada momento lo que es la voluntad de su Padre celestial para
él.
De
otra parte, la angustia y pena que sufren José y María con la pérdida del Niño
Jesús es como el anticipo de lo que embargará sus corazones cuando se aparte de
ellos definitivamente, rompiendo los lazos de la naturaleza que tan fuertemente
les tenía atados a él y que tantos contentos y satisfacciones había
proporcionado y proporcionará a sus almas a lo largo de treinta años. Estos
tres días que tardaron en encontrarlo son una parábola y una
anticipación de lo que un día será la separación definitiva en el plano
humano.
P.
Román Llamas ocd.
Siguientes publicaciones:
LA RESPUESTA DEL NIÑO JESÚS (4)
VALOR SIMBÓLICO DEL RELATO (1)
VALOR SIMBÓLICO DEL RELATO (2)
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