Ir al contenido principal

LA RESPUESTA DEL NIÑO JESÚS (3)



No comprendieron su palabra porque para ellos Jesús era el consagrado al Padre, donde quiera que estuviera; ellos mismos le habían presentado a Dios en el templo. No era necesario que se perdiera en el templo para estar con su Padre, dedicado a las cosas de su Padre, pues lo estaba siempre. Y, sin embargo, en los planes de Dios, sí era necesario que se perdiera en el templo. Ellos saben que Jesús tiene que estar en las cosas de su Padre, lo desconcertante, lo que no comprenden, es que Jesús para estar con su Padre haya tenido que quedarse en Jerusalén sin decirles nada a ellos. Para José y María el problema no radica en el qué, sino en el cómo tiene que estar con su Padre, que irán comprendiendo poco a poco en un proceso y progreso de la fe que no acaban de comprender. Jesús está con sus Padre lo mismo cuando se queda en el templo de Jerusalén sin saberlo sus padres, como cuando vuelve con ellos a Nazaret y allí les está sujeto, porque lo que cuenta para Jesús no es el lugar sino el hacer en cada momento lo que es la voluntad de su Padre celestial para él.   

De otra parte, la angustia y pena que sufren José y María con la pérdida del Niño Jesús es como el anticipo de lo que embargará sus corazones cuando se aparte de ellos definitivamente, rompiendo los lazos de la naturaleza que tan fuertemente les tenía atados a él y que tantos contentos y satisfacciones había proporcionado y proporcionará a sus almas a lo largo de treinta años. Estos tres días que tardaron en encontrarlo son una parábola y una anticipación de lo que un día será la separación definitiva en el plano humano.
P. Román Llamas ocd.


Siguientes publicaciones:
LA RESPUESTA DEL NIÑO JESÚS (4) 
VALOR SIMBÓLICO DEL RELATO (1) 
VALOR SIMBÓLICO DEL RELATO (2) 


Comentarios

Entradas populares de este blog

EL SUEÑO DE SAN JOSÉ (1 de 5)

La revelación del misterio que el Espíritu Santo realiza en María, su mujer, dice el evangelio que se lo manifestó a José en sueños. ¿Quizás soñó José con lo que había descubierto despierto? José se ha dado cuenta de lo que se nota en María y entra en duda de qué actitud debe tomar ante tal suceso, no sabe qué hacer. Hasta se le ocurre despedirla en secreto. Con estos pensamientos se acuesta, se duerme y sueña.   ¿Qué sueña San José? ¿Qué se le representa a San José en sueños? Lo que ha imaginado y soñado despierto. Que María es una criatura encantadora, una joven responsabílisima. Que María no ha podido hacer nada innoble. Y que Dios no ha podido permitir que un desalmado la haya desflorado. ¿Qué habrá pasado? ¿Quizás ha intervenido milagrosamente el Todopoderoso y por obra del Espíritu Santo María está encinta, como profetizó el profeta Isaías? Porque los signos de una maternidad son evidentes. ¿Qué hago? Y en el sueño se agolpan los pensamientos. ¿Darle el libelo de repu

EL ÚLTIMO ADVIENTO DE SAN JUAN DE LA CRUZ (1 de 4)

    El último adviento de San Juan de la Cruz es el que vive en Úbeda, en 1591, enfermo en su celda y doliente. Muere en ese adviento. La esperanza y la alegría de San Juan de la Cruz se han ido desarrollando de una manera estupenda a lo largo de toda su vida. Juan de la Cruz era apacible, alegre, afable, enemigo de la melancolía en si y en los otros. No se reía descompasadamente, sino con una afabilidad que tocaba, pegaba alegría. Procuraba que sus súbditos no saliesen nunca tristes de su presencia. Era alegre, optimista. Ve el mundo vestido de alegría y hermosura, "de aquella infinita hermosura sobrenatural de la figura de Dios (que el Verbo), cuyo mirar viste de hermosura y alegría el mundo y a todos los cielos (CE 6,1). ¡Qué bonito es verlo todo vestido y derramando la alegría de Dios, todo vestido y derramando Encarnación y Navidad! Alegría que nace, como de su fuente, de su esperanza viva, de su gran esperanza. San Juan de la Cruz hizo suya la exhortación de San Pablo: Vivid

EL ÚLTIMO ADVIENTO DE SAN JUAN DE LA CRUZ (4 de 4)

La esperanza de ir al cielo, que se apoya en el amor de Dios que nunca falta, es una esperanza de gloria y ciertísima, esperanza del cielo tanto alcanza cuanto espera, y así, cuando oye las campanas de la Iglesia del salvador, pregunta: ¿a qué tañen? A maitines, le dicen ¡Gloria a Dios, que al cielo los iré a decir! Los maitines que Juan de la Cruz va a cantar al cielo son los de nuestra Señora, ya que en ese día, en el que él iba a morir, se celebraba la liturgia de Santa María en sábado. Esta nota de amor mariano no era algo improvisado sino culminación de una devoción vivida larga e intensamente. Al deseo del cielo le llevaba suavemente la devoción a María. Solía decir que "por pequeña que fuese la imagen de la Virgen nuestra Señora pintada, cuando la miraba, le causaba aquel amor, respeto y claridad en el alma, como si la viera en el cielo" (BMC 14,168). San Juan de la Cruz muere el 14 de diciembre de 1591, en plena celebración del Adviento, que para él, aquel año, acabó