Para que san José pudiera llevar a cabo cabalmente esta misión de tal esposo v de tal padre, que conlleva el más alto grado de de dignidad y santidad después de María, era necesario que Dios, el Padre Omnipotente, lo enriqueciese con gracias singulares y acumulase en él abundantísimos carismas celestes. Y así lo hizo. En San José el Padre del cielo sobreabundó en gracias, privilegios y dones.
Por su arte san José cumplió maravillosamente la misión que el Padre le había encomendado de custodio de Jesús y de María; con prontitud extraordinariamente inenarrable estuvo siempre pronto a sus órdenes, obedeció en todo y de manera ininterrumpida a la voluntad y designios de Dios. Y de tal manera agradó a Dios con su obediencia que fue el dilecto de Dios y coronado de gloria y honor en el cielo, donde el Padre le ha dado un nuevo oficio, una nueva misión: ayudar a la muy miserable condición humana con sus copiosos méritos, con el poder omnipotente de su oración y obtener para todo el mundo –es Patrono de toda la Iglesia- con su valiosísima intercesión lo que solo él puede conseguir, que no en vano sus peticiones a su Hijo Jesús, este la toma como mandatos de su padre y los cumple siempre.
Se trata de un Decreto realmente singular sobre
san José en el que por primera vez en los documentos pontificios se llama al
santo Patriarca padre putativo del Hijo unigénito de Dios, además del de esposo
de María. En él encontramos el primer tratadito oficial sobre san José, es
verdad en miniatura, pero con referencia exacta a sus títulos, grandeza,
dignidad, santidad y misión extendida a todo el mundo.
P.
Román Llamas, ocd
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