Por la revelación e los evangelios sabemos que estaba predestinado que el Verbo de Dios tenía que nacer de una desposada virgen, desposada con un hombre llamado José. Por disposición divina la Encarnación del Verbo, del Hijo de Dios depende a su modo de san José, del consentimiento de san José a desposarse con María. Por este consentimiento en el matrimonio y en la virginidad de María, san José determina la preparación propia y última para que María sea Madre de Dios; San José tiene una doble relación con María como esposa y como virgen y san José coopera por su consentimiento al misterio de la salvación que se realiza a través de María.
El matrimonio de José con María está ordenado en los planes salvadores de Dios solamente a que nazca de él y en él el Verbo de Dios y este matrimonio depende del consentimiento de san José. Este matrimonio no tiene otra finalidad que la concepción, nacimiento y custodia del Hijo de Dios encarnado. De aquí que la grandeza suprema y sublimidad de José consiste en tener por esposa a la Madre de Dios en cuanto tal. ¡Oh grandeza y sublimidad san José!
P. Román Llamas, ocd
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