Entre los muchos títulos con que honramos a la Virgen María del Carmen esta el de María causa de nuestra alegría, título y realidad de una enorme importancia y actualidad, porque estamos viviendo en un mundo dolorido y triste. El mundo está triste ¿qué tendrá el mundo? Nunca se ha disfrutado de tantos bienes y placeres, nunca la técnica ha llegado tan lejos, ni el refinamiento a tantos aspectos de la vida, hemos alcanzado otras altísimas de disfrute, hemos logrado crear la filosofía y la teología del ocio, se ha procurado rodear la jubilación de un rosario de disfrutes.
Y el mundo sigue dolorido y triste: millones de niños que mueren de hambre en el mundo, bolsas inmensas de miseria… ¿Qué pasa entonces?
Que hay mucho egoísmo, mucha insolidaridad, mucha falta de fraternidad, mucha falta de evangelio, falta de amor y el amor y la caridad son la fuente inagotable de alegría de contento y de paz. Sí, la caridad es la fuente de la alegría. En el evangelio de san Juan, en el discurso del adiós, Jesús dice a sus apóstoles: “Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn 15,9) y “este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15,11). Y entre estas dos frases estas palabras: “Os he dicho esto para que participéis de mi alegría y vuestra alegría llegue a plenitud” (Jn 15,10).
Dando a entender que la alegría nace del amor y acaba en el amor. El amor es la medida de la alegría del corazón. Y la tristeza a que me refiero es la tozudez y terquedad de ver al mundo como pura oscuridad y, sobre todo, olvidarse incluso que en medio de la noche y la misera Dios sigue amando y sonriendo al mundo. Como nos enseñó muy bien Jesús en el huerto de los olivos. Confiesa que está triste hasta la muerte, una tristeza puramente humana, porque Cristo no puede pecar. Pero en esa tristeza ve la voluntad de su Padre -no se haga mi voluntad sino la tuya- y de la aceptación de la voluntad del Padre del cielo nace la alegría. San Juan de la Cruz en la lobreguez y oscuridad de la cárcel de Toledo compone el Cántico espiritual que rezuma alegría y paz por todas sus canciones.
Es la alegría que expresa un mendigo, cubierto de úlceras, en conversación con un teólogo:
Buenos días, hermano, le dice el teólogo
Todavía no he tenido un día malo.
Pues Dios te los dé mejores.
Mi suerte ha sido siempre la mejor.
¿Cómo es posible si está cubierto de úlceras y heridas?
Es la bondad de Dios que me las manda, cuando hace sol me alegro con el sol, cuando hay tormenta me alegro con la tormenta, porque es Dios quien la envía.
¿Quién eres tú?
Yo soy rey
¿Dónde está tu reino?
Mi reino es mi alma, en él no hay jamás rebelión.
La tristeza a que me refiero es sumergirse en ella, es abandonarse a la pena, porque la alegría puede coexistir con el dolor y la desgracia, Giovanni Papini I explica con este ejemplo: He perdido el uso de las piernas, siempre tengo la alegría de los otros dones. Sobre todo, tengo la fe...
P. Román Llamas, ocd
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