Y más adelante afirma que no es increíble que en un alma probada y purgada en el fuego de las tribulaciones y variedad de tentaciones y hallada fiel en el amor, “deje de cumplirse en esta fiel alma en esta vida lo que el Hijo de Dios prometió, conviene a saber, que si alguno le amase vendría la Santísima Trinidad a él y moraría de asiento en él" (Jn 14,23), lo cual es ilustrándole el entendimiento divinamente en la sabiduría del Hijo y deleitándole la voluntad en el Espíritu Santo y absorbiéndola el Padre poderosa y fuertemente en el abrazo abisal de su dulzura” (LL 1ª,15)
“Y si esto usa
con algunas almas, que es verdad que lo usa, es de creer que esta de que hemos
hablado, no quedará atrás en estas mercedes de Dios, pues lo que de ella vamos
diciendo, según la operación del Espíritu Santo que en ella hace, es mucho más
de lo que en la comunicación y transformación de amor pasa; porque lo uno es
como es como ascua encendida y lo otro como, según hemos dicho, ascua en que
tanto se afervora el fuego, que no solamente está encendida, sino echando llama
viva” (LL 1ª,16).
¿Quién es esa
alma de que viene hablando sino María y José, que están muy por encima de todos
los demás santos? Y no es que Jesús, la Llama de amor viva, estuviese embistiendo
en ellos de esta manera descrita, constantemente, sino de vez en cuando, y les
hace sentir de una manera singular y única lo que están experimentando en una
vida normal en el hogar de Nazaret. Cuando la Llama de amor viva llamea, José y
María se abrasan de amor.
Y es que María
y José tienen un solo corazón, un solo amor, una sola voluntad y es que ambos están
guiados por el Espíritu Santo en todo y por eso todos sus actos son divinos,
como dice san Juan de la Cruz de los que han llegado al alto estado del
matrimonio espiritual: “En este estado no puede el alma hacer actos que el Espíritu
Santo los hace todos y la mueve a ellos, por eso todos los actos de ella son
divinos, pues es hecha y movida por
Dios” (Ll c 1, 4). A los primeros y en grado sumo que se pueden y deben aplicar estas palabras de san Juan de
la Cruz, escritas desde su propia experiencia, son a la Virgen María y a san
José, ella desde el primer instante de su Concepción inmaculada, purísima, ella
estuvo elevada a este alto estado y fue en todo guiada por el Espíritu Santo,
como dice el mismo Santo (3 Sub 2,10) y san José desde el momento de su
santificación en el seno de su madre, fue también elevado al grado sumo un poco
inferior a su esposa, borrándole el fomes peccati, confirmándolo en gracia,
porque lo lleva el estado y guiándole solo en todo el Espíritu Santo.
P. Román Llamas, ocd
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