En
muchos libros suele haber un capítulo que destaca por algún motivo especial.
Eso pasa con el capítulo VI de la Vida de santa Teresa, el libro de las
misericordias de Dios para con ella, sobre san José y su devoción profunda a él...“Quisiera
persuadir a todos que fuesen muy devotos de este glorioso Santo”.
P. Román Llamas,
ocd.
Para santa Teresa san José es su verdadero Padre. Para
comprender todo el contenido de esta expresión, propia y característica de
Jesús en sus relaciones con el Dios del
cielo, quiero ir al libro del Camino de
Perfección, escrito al mismo tiempo que el de
la Vida, en el capítulo 27 nos pinta un retrato de la paternidad de
Dios, comenzando con la exclamación que inicia el capítulo: “Padre nuestro, que
estás en el cielo (Mt 24,35)¡Oh señor mío, como parecéis Padre de tal Hijo, y como parece
vuestro Hijo, Hijo de tal padre.
Esta paternidad de Dios Padre es la que tiene sobre su
Hijo Jesús. ¡Oh, Hijo de Dios y Señor mío! ¿cómo dais tanto junto a la primera
palabra? ¿cómo nos dais, en nombre de vuestro Padre, todo lo que se puede dar,
pues queréis que nos tenga por hijos, que vuestra palabra no puede faltar?
Obligáisle a que la cumpla, que no es pequeña carga, pues en siendo Padre nos
ha de sufrir por graves que sean nuestras ofensas, si nos tornamos a él, como
el hijo pródigo, hános de perdonar, hános de consolar en nuestros trabajos, hános
de sustentar, como lo ha de hacer un tal Padre, que forzado ha de ser mejor que
todos los padres del mundo, pues en él no puede haber sino todo bien cumplido y
después de todo esto hacernos partícipes y
herederos con Vos” (C 27;1-2) .
Es
una prueba más de que Jesús está traspasado de su amor a su Padre del cielo,
como lo vemos en el Evangelio. Ya cuando tenía 12 años les dice a sus padres,
José y María, cuando le encontraron en el templo en medio de los doctores de la
ley, después de tres días perdido. ¿No sabíais que tengo que estar en las cosas
de mi Padre? Y todas las oraciones que le dirige, todas son a su Padre y lo
remata cuando en el momento de expirar se encomienda a él diciéndole: Padre en
tus manos entrego mi espíritu y expiró. (Lc 23,46).
Pues bien, toda esta carga de amor y de
bondad que descubre desde su experiencia santa Teresa en la palabra Padre
dirigida a Dios, la siente cuando llama Padre a san José, en cuanto puede ser
participada esa Paternidad por un simple hombre. En él el Padre y el Espíritu
Santo derramaron cuanto podía recibir san José de su paternidad, bondad y
ternura. San José lo recibió y santa Teresa lo experimento como padre
buenísimo, desbordante de amor y ternura.
Santa Teresa experimenta una y otra vez
ese Padre inmenso que es san José. San José es hechura del Padre y del Espíritu
Santo para que fuera digno esposo de María y digno padre del Hijo de Dios y
suyo por su matrimonio con María. El Padre y el Espíritu Santo derramaron en el
corazón de José toda su bondad, toda su dulzura y afabilidad, toda su comprensión
y compasión, toda su misericordia y ternura que es capaz de recibir un corazón
humano, después de la Virgen María, para que pudiese y supiese tratar con esa
inefabilidad de dones al Hijo de Dios y suyo, a su santísima esposa y madre de
su hijo, y a los hijos de Dios, sus devotos, y toda esa maravilla de ternura y
bondad la experimentó la Santa de parte de san José. Cuántas veces le diría
¡Que bueno sois mi padre y señor san José! Y toda esa inmensidad de bondad y
ternura la revela y atestigua en estas expresiones repetidas: Este padre y
Señor (V 6,5), mi verdadero padre y señor (V 13,11), mi glorioso padre y señor
san José (F pró. 5), glorioso padre mío san José (V 30,7), san José, mi
verdadero padre y señor (V 33,12), mi padre glorioso san José (V 36,6), mi padre
san José (V 33,14; 36,11, el glorioso padre nuestro san José ( V 36,5)¿Nos
damos cuenta de carga y apremio de bondad, de amor, de ternura encierran estas
expresiones, sobre todo leídas en su contexto , referidas al santo Patriarca,
como expresión de las experiencias josefina de santa Teresa?.Hay que traer aquí
lo que ella afirma de su padre, de su gran piedad y caridad (V 1,2), el tan
demasiado amor que le tenía (V 2,7), que faltarme él, era faltarme todo bien y
regalo y se me arrancaba el alma cuando lo vía morir, porque le quería mucho (V
7,14). Son la añadidura de unas experiencias riquísimas de amor y de bondad que
hacen más bellos y sentidos estos valores en relación con san José. Para santa
Teresa su bondad, su misericordia y su ternura no tienen límite. Y porque lo
cree y lo vive así, las siente en todo lo que le pide, pues no me acuerdo hasta
ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta
las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo
(V 6,6) ¡Que bueno es san José!
Lo que afirma san Juan de la Cruz de una alma a la que da
Dios en engrandecer lo podemos aplicar a san José con relación a santa Teresa
de Jesús, salvando siempre las diferencias “¿Quién podrá decir hasta donde llega
lo que Dios engrandece a un alma cuando da en agradarse de ella? No hay ni aún
poderlo imaginar, porque en fin lo hace como Dios para mostrar quien es. Solo
se puede dar a entender por la condición que Dios tiene de ir dando más a quien
más tiene y lo que va dando es multiplicadamente.
De donde los mejores y principales
bienes de su casa, esto es, de la Iglesia tanto militante como triunfante
acumula Dios en el que es más amigo suyo” (CE 39,8). ¿Quién más amiga de san
José que santa Teresa?
P. Román Llamas, ocd.
Siguientes publicaciones:
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