En muchos libros suele haber un capítulo que destaca por algún motivo especial. Eso pasa con el capítulo VI de la Vida de santa Teresa, el libro de las misericordias de Dios para con ella, sobre san José y su devoción profunda a él...“Quisiera persuadir a todos que fuesen muy devotos de este glorioso Santo”.
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P. Román Llamas, ocd.
No hay ningún
texto que se refiera a esta sed de almas en su niñez que vemos juega tan fuerte
papel en su vida y en su obra. El primer caso de salvar almas es el del sacerdote
de Becedas, cuando ella cuenta 21 años. Fue la lástima y la compasión que le
dio verle en aquella situación de pecado, lo que la movió a ganarse su voluntad
por caminos de amor y buena intención (V 5).
Pero hay que
tener en cuenta lo que afirma con ocasión de la visita del P. Alonso Maldonado,
franciscano, que hacía poco había venido de la Indias y les hizo un sermón y fuese.”Yo
quedé muy lastimada de la perdición de tantas almas que no cabía en mí. Fuíme a
una ermita con hartas lágrimas, suplicándole diese medio cómo pudiese algo para
ganar algún alma para su servicio… y así me acaece que cuando en la vida de los
santos leemos que convirtieron almas, mucha
más devoción me hace y más ternura y más envidia que todos los martirios que
padecen, (por ser esta la inclinación que nuestro Señor me ha dado) pareciéndome
que precia más una alma que por nuestra industria y oración la ganásemos, mediante
su misericordia, que todos los servicios que le podamos hacer” (F 1,7)
En Vida 31,7-8
narra el caso de otro sacerdote en estado de pecado mortal, de los más
abominables que yo he visto, al que prometió que haría lo que pudiese para sacarle
de aquella situación. Y con su oración, y la de aquellas personas a las que le
pidió que encomendasen al Señor esta intención, y con las cartas que le
escribió, que con solo leerlas le libraban de la tentación, se remedió. Lo ganó
para Dios “y yo, aunque miserable hacía lo que podía con harto cuidado”
Esta
sed de almas la llevaba, sobre todo, a inculcar la oración a todo el que podía.
En el capítulo 7 de la Vida encontramos estas afirmaciones. “Estando yo mala en
aquellos primeros días antes que supiese valerme a mí, me daba grandísimo deseo
de aprovechar a los otros, tentación muy ordinaria de los que comienzan, aunque
a mi me sucedió bien. Como quería tanto a mi padre, con el bien que yo me
parecía tenía con tener oración –que me parecía que en esta vida no podía ser
mayor que tener oración -; y así por rodeos, como pude, comencé a procurar que
él la tuviese.” (V 7,10).Le dio libros para este propósito. Aprovechó tanto en el ejercicio de la oración
que en cinco o seis años estaba tan adelante que alababa mucho al Señor y
dábame grandísimo consuelo.
“No fue solo a
él sino algunas otras personas las que procuré tuviesen oración…les decía como
tendrían meditación y les aprovechaba y dábales libros; porque este deseo de
que otros sirviesen a Dios desde que comencé oración le tenía” (V 7,13).
Es tanto el bien
de la oración por su propia experiencia que puede decir: "que por males que haga
quien la ha comenzado, no la deje, pues es el medio por donde puede tornarse a
remediar, y sin ella será muy más dificultoso,”y a quien no la ha comenzado le
dice: “Y quien no la ha comenzado por amor del Señor le ruego que no carezca de
tanto bien” (V 8,5).
Esta sed de almas presenta un aspecto
particular: es el de pedir especialmente por las personas buenas que ella
conocía y trataba, para que sean mejores y más santas.”Y aunque deseo que
todos le sirvan, estas personas que me
contentan es con muy gran ímpetu, y así importuno mucho al Señor por ellas” (V
34,7) Es el caso del P. García de Toledo, dominico, uno de los cinco que
formaban el grupo y que conoció en Toledo, cuando, mandada por el P.
Provincial, fue a consolar a Dña Luisa de la Cerda, cuyo esposo murió joven.
Escribe: “Acúerdome que le dije esto después de pedirle con hartas lágrimas.
Aquella alma pusiese en su servicio muy de veras, que aunque yo le tenía por
bueno, no me contentaba, que le quería
muy bueno; y así le dije: Señor, no me habéis de negar esta merced, mirad que
es bueno este sujeto para nuestro amigo” (V 34,8) En el número 17 de este
capítulo recoge de su grandísimo gozo al
ver aquel alma con los tesoros que el
Señor le había dado por su oración, le había escuchado el Señor.
Vuestra oración ha
de ser para provecho de las almas (V 20,3);Mientras más adelante está en la
oración… más acude a las necesidades de los prójimos (MC 7,8);por otra parte se querría meter en
mitad del mundo, por ver si pudiese ser parte para que un alma alabase más a
Dios, y si es mujer se aflige del atamiento que le hace su natural (6 M 6,3); Y dar
mil vidas porque un alma os alabe un poquito más (6 M 6,4)
En la
Exclamación 10 se dirige al Señor con estas palabras, pidiéndole por los
pecadores: “Ya sabéis, Rey mío, lo que me atormenta verlos tan olvidados de los
grandes tormentos que han de padecer para sin fin, sino se tornan a Vos. ¡Oh,
los que estáis mostrados a deleites y contentos y regalos y hacer siempre vuestra
voluntad, habed lástima de vosotros! Mirad que os ruega ahora el juez que os ha
de condenar, y que no tenéis un momento segura la vida ¿por qué no queréis
vivir paras siempre?¡Oh dureza de corazones humanos! Ablándelos vuestra inmensa
piedad, mi Dios” (Ex 10,3)
Esto lo escribe
después de haber tenido la visión del infierno, en la que tanto se le aumentó
la sed de almas y que le parece imposible olvidársele.”De aquí también saqué la
grandísima pena que me da las muchas almas que se condenan y los ímpetus
grandes de aprovechar almas que me
parece cierto a mí que por librar una sola de tan gravísimos tormentos, pasaría
yo muchas muertes muy de buena gana…Pues ver a un alma para sin fin en el sumo
trabajo de los trabajos.¿quién lo ha de poder sufrir? No hay corazón que lo
lleve sin gran pena” (V 32,6)
Para mí el summum
de la sed de almas de la Santa es cuando escribe en las séptimas moradas, después
de haber experimentado el matrimonio espiritual con Jesucristo, que es
manifestarle por un momento la gloria que hay en el cielo, que “Lo más
espantable de todo es que –viene hablando de los efectos que produce este
matrimonio espiritual con Jesucristo – ahora es tan grande el deseo que tiene
de servirle y que por ellas sea alabado y de aprovechara algún alma si pudiesen, que no solo no desean morirse, mas vivir muy muchos años,
padeciendo gravísimos trabajos, por si pudiesen que fuese el Señor alabado por ellos, aunque fuese en cosa muy poca.. no les hace
al caso el pensar en la gloria que tienen los santos; ni desean por entonces el
verse en ella, su gloria tienen puesta en si pudiesen ayudar en algo al Crucificado,
en especial cuando ven que es tan ofendido
y los pocos que hay que de veras miren por su honra, desasidos de todo lo demás”
(7 Mor 3,6)..
P. Román Llamas, ocd.
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